Un niño espejea, vive y absorbe el ambiente emocional de su entorno, sobre todo de sus padres. Pero generalmente hasta los primeros 7 años, lo hace más de la madre, incluso lo hace ya desde desde su gestación. 

Cada vez que un niño se enferma debemos preguntarnos qué le pasa a la madre, qué sucede en el ambiente familiar, qué conflicto silencioso está viviendo: La falta de apoyo, la soledad, el exceso de responsabilidades, etc. Todas emociones que vive ella y que no expresa y por ende el niño somatiza y trae hacia  afuera.

Si queremos ayudar a nuestros hijos pequeños a que estén más sanos, si queremos evitarles sufrimiento, debemos ocuparnos de nosotros mismos. Tomar consciencia de nuestras emociones, sentirnos con derecho a expresarnos y pedir ayuda. Los conflictos , los miedos, la falta de apoyo en la maternidad y la crianza, el stress, las separaciones, las carencias, las decepciones, etc, muchas veces son percibidos por nuestros hijos y serán ellos que lo demostrarán con sus propias emociones o con sus problemas de salud. 

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